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Actualizado el Viernes, 04 de mayo del 2018

El último vals

Futbolista en peligro de extinción, desde los doce años en el mismo club y aplaudido en todos los estadios de España. A raíz de su histórico gol en la final del Mundial de 2010, el público español le tributó su particular homenaje por toda la geografía nacional.

Andrés Iniesta pasará a la historia del fútbol con un físico discreto, acorde con su carácter dentro y fuera del campo, si bien siempre supo usar su anatomía para convertirla en virtud. Cuando los kilómetros en las piernas empezaron a pesar producto del desgaste propio de la alta competición y el sóleo le advirtió, anunció un adiós que marca sentimentalmente la recta final de la presente Liga española; a falta de emoción en un campeonato decidido un mes antes de su conclusión formal, brota emotividad alumbrada por la despedida de un símbolo que no ha permitido arrastrase por los campos y que quiere ser recordado en su esplendor.

El calado de su marcha lo ha generado él mismo, carismático sin estridencias desde que se forjó en la cantera del Albacete antes de partir hacia la Masía. Su talante contribuye a convertirle en un contradictorio mito existencial, aunque sin la fiabilidad de los números no ocuparía tamaño espacio en la historia. Debutó con el Barcelona en 2002 en edad de juvenil, Van Gaal le dio la alternativa previo aviso de Serra Ferrer, y hoy suma más de treinta títulos. Palmarés multicolor en el que, a nivel particular, queda pendiente el Balón de Oro. Lo rondó entre 2009 y 2016, amenazando el apogeo del reinado bipartidista encabezado por Messi y Cristiano Ronaldo.

La condecoración que sí luce por unanimidad de modo testimonial y honorífico reside en su cariz de estandarte de un modelo, el que comenzó a moldearse cuando Aragonés reclamó a Iniesta. El balompié hispano evolucionaba al son de un pelotero sereno, singular y armónico. Un enganche creativo, diferente, con preferencia a desplazarse a la banda izquierda; técnico, habilidoso, astuto, talentoso…

Entre bastidores huye de la convulsión y del glamour hortera de un gremio infectado de ampulosa parafernalia mediática. Conquistó al pueblo con amabilidad, sencillez y generosidad. Evitó la desaparición del Alba, de manera causal donde surgió su aventura en el vino. Él y su denominación de origen intentarán ahora triunfar en China, después de que el caldo de Fuentealbilla haya arrasado en Japón.

Indudablemente, en Asia también caben sus facultades futbolísticas y su austero encanto. Antes de marcharse celebrará en Europa su 34 cumpleaños, dejando un legado memorable: 671 partidos oficiales con el Barsa, en los que consiguió 57 tantos y regaló 141 pases que acabaron en gol, mientras que con la selección suma 129 encuentros, con trece dianas y 26 asistencias. Y ni una expulsión para el centrocampista que este fin de semana jugará su 38º enfrentamiento federado contra el Madrid.

Si todo el país ha mostrado sin prejuicios un halo de tristeza, en la ciudad condal su ausencia se convierte en preocupación. El barcelonismo interpretó con ternura y humor la declaración de madridismo que expuso aquel niño que despuntó en el torneo de Brunete en 1996, el respeto y el cariño evitaron cualquier atisbo de reproche. Encima el compromiso ha sido una constante y el comportamiento, un elegante ejemplo de ídolo.

El último exponente de la quinta de Xavi, Valdès y Puyol provoca un hueco generacional. Coutinho o Arthur se han convertido, a bote pronto y a fuerza de talonario, en obligados candidatos para cubrir el vacío en clave azulgrana. Lopetegui, naturalmente, baraja otras opciones cuando termine la misión en suelo ruso -uno de los últimos servicios del albaceteño por su patria- y entonces haya que repartir galones entre nombres como Isco o Koke.

En el aspecto emocional de la sociedad más allá del deporte, en un territorio balcanizado ideológicamente o fragmentado territorialmente en el que el fanatismo esperpéntico se retroalimenta de ignorancia, aporta una pacificadora dosis de coherencia y juego limpio; de sus escuetos ademanes verbales se desprende que se admiten rivales en lugar de enemigos.

La cuenta atrás hacia la partida a Oriente dispone de fecha de caducidad inminente, cuatro encuentros ligueros sin chispa competitiva. En tres de ellos será agasajado en su estadio, en el Camp Nou se producirá el punto y final en la jornada de cierre ante la Real Sociedad, mientras que Valencia será la última parada como forastero de una gira que ha durado más de tres lustros. Decidida la suerte en todos los frentes para el cuadro de Valverde, la atención del manchego y su entorno se focaliza con prioridad total en Rusia. Por tanto, su comparecencia en las jornadas restantes se premeditará con total cautela para no obstaculizar la preparación del idolatrado mediocampista de cara a la cita mundialista.


Pepe Muñoz