Yamal responde con un rugido a los primeros susurros de Messi

Por Tomy Gavaldá, redactor y CEO
Miércoles, 07 de mayo del 2025 a las 16:49

Hay nombres que, cuando se pronuncian, estremecen. Y Lionel Messi es uno de ellos. Su historia en el FC Barcelona es más que fútbol: es un relato de arte sobre el césped, de una comunión con el balón que desafió toda lógica. A los 17 años, Leo era un susurro que apenas comenzaba a oírse en los rincones del Camp Nou. Nueve partidos, un solo gol, y un aura que los más sensibles ya podían intuir como mágica. No hacía falta más: el mundo estaba a punto de inclinarse ante él.

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Hoy, dos décadas después, el susurro vuelve a hacerse presente, pero esta vez en forma de rugido: Lamine Yamal. Con tan solo 17 años, el joven de Rocafonda ya ha recorrido caminos que incluso Messi tardó en pisar. Ha alcanzado los 100 partidos con el primer equipo, ha celebrado 22 goles, ha regalado 33 asistencias, ha marcado en semifinales de Champions League y ha sido protagonista en una Eurocopa conquistada por España. Yamal no camina: galopa entre gigantes, y lo hace con la naturalidad de quien ha nacido para ello.

El barcelonismo, herido por la eliminación en San Siro, contempla este miércoles a Yamal como una promesa que no solo recuerda al pasado, sino que podría construir un futuro aún más glorioso. No es que se trate de comparar, sino de reconocer. De aceptar que hay un talento que brilla con una intensidad especial. Uno que no imita a Messi, sino que conversa con su legado desde otro lenguaje, desde otra alma. Yamal no busca ser el nuevo Leo. Su historia es distinta. Pero también, como la de Leo, está tejida con los hilos del asombro.

Cada regate suyo es una caricia a la nostalgia. Cada asistencia, un guiño a la memoria colectiva. Cada vez que acelera y deja atrás a su marcador, el barcelonismo vuelve a levantarse como en aquellos tiempos en que Messi dominaba las noches de los grandes estadios de Europa. Pero hay algo más en Yamal: una precocidad escandalosa, una seguridad serena, una frescura que se entrelaza con la madurez como pocas veces se ha visto. El mundo entero se rinde ante su desparpajo, su descaro, su capacidad para cambiar el rumbo de un partido con un simple toque de zurda.

Y sin embargo, el mayor tesoro de Yamal no está en sus estadísticas. Está en su mirada. En ese brillo que no olvida que todo esto es un juego. Que tiene 17 años. En la humildad que, si nada se tuerce, aún le adorna el rostro cuando celebra un gol. En la manera en que escucha a los veteranos, en cómo aún corre a abrazar al entrenador cuando acierta. Porque sí, la historia está escrita con talento, pero también con carácter y respeto. Y en ese equilibrio, el joven Lamine parece tener la brújula bien calibrada.

El camino, no obstante, es largo. Y los espejos pueden ser traicioneros. Porque el talento, por sí solo, no basta. Porque los focos, tan brillantes como abrasadores, pueden hacer perder el norte. Y porque ser comparado con el mejor jugador de todos los tiempos no es un privilegio fácil de cargar. El barcelonismo debe acompañarle. No exigirle ser otro Messi, sino permitirle ser el primer Yamal. No pedirle imposibles, sino recordarle que lo importante no es solo llegar, sino mantenerse y no ponerse techos.

Es ahí donde radicará la verdadera grandeza del joven prodigio: en conservar la humildad que le ha traído hasta aquí, en mantener los pies sobre la tierra mientras su nombre vuela en las portadas del mundo. En no dejar que la fama eclipse al niño que amaba el balón por encima de todo. En recordar que, como Messi, el verdadero arte en el fútbol se escribe sin necesidad de palabras.

El FC Barcelona ya ha empezado a escribir su nueva epopeya con esta eliminación. Y en ella, Lamine Yamal no es una promesa: es el presente más ilusionante y el futuro más esperanzador. Tiene todo para superar a Lionel Messi. Sí, todo. Pero también todo por perder si no mantiene la luz encendida desde dentro. Que nunca olvide que el talento es un don, pero la grandeza se forja con los pies en el suelo.

El barcelonismo necesita creer. Y hoy, gracias a Yamal, vuelve a hacerlo.